Un investigador de policía adquiere por efecto de un rayo el poder de desplazarse a velocidad casi ilimitada. Ese es Flash, ese superhéroe que, al contrario que los transbordadores espaciales, no está recubierto de materiales cerámicos para evitar las consecuencias del rozamiento. A cambio, luce pijama de superhéroe, un traje especial para buceo a grandes profundidades, que de nada sirve para evitar el calor de sus velocidades de vértigo. Al rojo vivo debería estar el héroe a base de tanta carrera, porque debería saber que la energía cinética cuando se corre se transforma en calor. A 900 kilómetros por hora, la temperatura de su cuerpo debería elevarse unos ocho grados. Pero es que Flash ha llegado a moverse a 4.000 kilometros por hora, lo que significa que su cuerpo debería alcanzar los cien grados centígrados, «la temperatura de ebullición del agua». Pero Flash tiene más fallos físicos. ¿Cómo tomar las curvas a esa velocidad? Pues con mucho cuidado y con un radio de curvatura de 1,2 kilómetros si se moviera a cien metros por segundo. A mil kilometros por segundo, necesitaría trazar una curva con un radio equivalente a la distancia que separa el Sol de la Tierra. Cabría hablar de la fuerza de sus puñetazos e incluso de un gasto energético desproporcionado que haría preciso que el héroe degustara para compensar 150 millones de hamburguesas con queso y hasta cien millones de pizzas.
Páxinas
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Jacinto Benavente
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