IL GIARDINO SEGRETO
Ángel Olgoso
Bajo la breve tarde de invierno todo mueve al silencio en el patio del convento de clausura. Arriates entre blancos muros, el verdor del huerto y, al fondo, la antigua cripta rodeada de plantas medicinales. Huele a incienso olíbano y ciprés. Dos gatos se pasean despreocupadamente sobre las enormes losas pulidas. En esto, las monjas salen de sus celdas, van desnudas a excepción de la toca que cubre sus cabezas, y en un rincón del patio, cerca de la galería porticada, atrapan a los gatos, que maúllan y chillan enloquecidos durante un corto tiempo. Como ménades de un rito siniestro, degradado, los desentrañan y comienzan a devorarlos. Oscurece. Los lienzos blancos de sus tocas y de sus carnes refulgen con la luna. La glicinia trepa por el muro.
Ángel Olgoso
Bajo la breve tarde de invierno todo mueve al silencio en el patio del convento de clausura. Arriates entre blancos muros, el verdor del huerto y, al fondo, la antigua cripta rodeada de plantas medicinales. Huele a incienso olíbano y ciprés. Dos gatos se pasean despreocupadamente sobre las enormes losas pulidas. En esto, las monjas salen de sus celdas, van desnudas a excepción de la toca que cubre sus cabezas, y en un rincón del patio, cerca de la galería porticada, atrapan a los gatos, que maúllan y chillan enloquecidos durante un corto tiempo. Como ménades de un rito siniestro, degradado, los desentrañan y comienzan a devorarlos. Oscurece. Los lienzos blancos de sus tocas y de sus carnes refulgen con la luna. La glicinia trepa por el muro.
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