Había una vez un hombre que desde niño le adornaba un grano su nariz. El grano era tan grande, al parecer como un garbanzo. Aquel defecto, o natural verruga, le sirvió para que le asignaran el mote de “Garbanzo”.
Él, con mucha dignidad llevaba su alias o remoquete. Un día en el senado de aquel país, quiso un senador desprestigiarlo; pero no por el grano sino porque era de origen aldeano. Los senadores en aquel tiempo, despreciaban todo lo que venía del medio rural .El caso es que aquel togado –creo que romano. Díjole: ¿Pero Garbanzo, quién es tu padre? –Recordándole su indigna procedencia rustica-
Y contestole el Garbanzo: “Permítame Usted, senador, que por delicadeza no le haga la misma pregunta. Como sabe Usted, su madre ha hecho de esa interrogante algo extremadamente delicado.
El cuento procede del blog de José María Naveiras Escanlar, Director del Museo Etnográfico de Grandas de Salime, Asturias, (España).
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