Entre India y Pakistán hay una tierra maldita y muerta llamada "el valle de los balones", donde mujeres y hombres indigentes, pero sobre todo niños esclavos, cosen las costuras de las pelotas de fútbol a razón de nueve pesetas la pieza. Cien mil personas elaboran balones, puntada a puntada, que representa el 80 por ciento de la producción. Quizá no haga falta precisar, porque se da por supuesto, como también se da que no se hace caso de las normas, que la sociedad de las naciones difunde códigos deontológico que prohíben el trabajo de los menores de edad, pero es imposible controlar la edad de los habitantes de las chozas, suponiendo que alguien quisiera hacerlo, porque la producción de balones cosidos a mano lleva a las casas de Islamabad 75 millones de dólares al año. Los salarios de los cosedores de balones se conocen bien: los niños con menos de ocho años cobran 20 pesetas por jornada (de 12 a 16 horas); los que tienen entre8 y 10 años, 40 pesetas; de 12 a 14 años, algo más de 50 pesetas, y así sucesivamente
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Jacinto Benavente
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