
Esta felicidad a medida se ve perturbada cuando Adriana debe iniciar el periplo escolar y entrar definitivamente en el mundo de los adultos, un entorno que le resulta ajeno cuando no hostil. Sin embargo, siempre queda un refugio bajo las relucientes estrellas escondidas en los cristales de la lámpara del salón. El libro nos habla de Adri y cómo crea su propia realidad paralela porque no comprende a los Gigantes (o mayores) y ellos tampoco la comprenden a ella. Es un libro especialmente melancólico y hermoso en el que se añora la etapa de la infancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario