Blog da Biblioteca do IES de Curtis: ¿Politicamente incorrecto?

25/9/09

¿Politicamente incorrecto?

Esto, como todo lo demás en la vida de Henry Wilt, no fue una decisión súbita. No era un hombre decidido. Prueba de ello eran sus diez años de profesor auxiliar (Nivel Dos) en la Escuela de Artes y Oficios Fenland. Llevaba diez años en el Departamento de Artes Liberales dando clases a los alumnos de Instalación de gas, Enyesado, Albañilería y Lampistería. O manteniéndolos en calma. Y durante diez largos años se había dedicado a ir de clase en clase con dos docenas de ejemplares de Hijos y amantes o Ensayos de Orwell o Candide o El señor de las moscas y había hecho todo lo posible por ampliar la sensibilidad de los aprendices con una notable falta de éxito.
Exposición a la cultura, lo llamaba el señor Morris, director de Humanidades, pero desde el punto de vista de Wilt parecía más una exposición de sí mismo a la barbarie, y ciertamente la experiencia había socavado los ideales y las ilusiones que había sustentado en sus años mozos. Lo mismo habían hecho sus doce años de matrimonio con Eva.
Si los aprendices de instaladores de gas podían pasar por la vida totalmente impermeables al sentido emotivo de las relaciones interpersonales que se refleja en Hijos y amantes, y divertirse groseramente con la indagación profunda de D. H. Lawrence en el carácter sexual de la existencia, Eva Wilt era incapaz de tal distanciamiento. Ella se lanzaba a las actividades culturales y al cultivo y mejora de su personalidad con un entusiasmo que atormentaba a Wilt. Peor aún, la idea que Eva tenía de la Cultura variaba de una semana a otra, incluyendo a veces a Bárbara Cartland y a Anya Seton, a veces a Ouspensky, a veces a Kenneth Clark, pero más a menudo al instructor de la clase de cerámica de los martes o al profesor de meditación trascendental de los jueves, de modo que Wilt nunca sabía qué podía esperarle en casa, aparte de una cena preparada precipitadamente, algunos comentarios vigorosamente expuestos sobre su falta de ambición y un insulso eclecticismo intelectual que le dejaba desorientado.
Para huir del recuerdo de los aprendices instaladores de gas como seres humanos putativos y de Eva en la posición del loto, Wilt caminaba por la orilla del río entregándose a sombríos pensamientos, oscurecidos aún más por la certeza de que por quinto año consecutivo su solicitud de ascenso a la condición de profesor titular era casi seguro que fuese rechazada y que, a menos que hiciese algo pronto, quedaría condenado a Instaladores de gas Tres y Yeseros Dos (y a Eva) para el resto de su vida. No era una perspectiva soportable. Tenía que actuar de modo drástico. Por encima de su cabeza pasó atronando un tren. Wilt se quedó mirando sus luces menguantes y pensó en accidentes en pasos a nivel.
Tom Sharpe. Wilt

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