Los Micromachismos se realizan especialmente en el ámbito de las responsabilidades domésticas y suponen el aprovechamiento de la disposición femenina para el cuidado y la no responsabilización de los varones en lo doméstico. Se naturaliza su rol de cuidadora (de la pareja, de los hijos…) y de mantenedora del vínculo y de la comunicación; se le hacen requerimientos más o menos solapados (¿Dónde está mi camisa? significa Búscamela y dámela); se niega la reciprocidad del cuidado porque yo no sé, etc.
Los Micromachismos sirven para retener poder utilizando la fuerza psicológica o moral masculina. Suponen por ejemplo el uso abusivo del espacio físico (el sillón, la mejor posición para ver la tele…) y del tiempo para sí (descanso, ocio a costa del trabajo de ella…). También apelar a la superioridad de la lógica varonil cuando las mujeres demandan (¡Un poco de seriedad, lo que dices son tonterías)
Los Micromachismos intentan ocultar su objetivo de imponer las propias razones abusando de la confianza y credibilidad femenina”. Crean falta de intimidad a través del silencio, del aislamiento, del mal humor manipulativo y del ninguneo. Éste último supone, por un lado, no reconocer lo valioso de las mujeres: sus necesidades, valores, aportes al bienestar masculino y familiar y, por el otro, sobrevalorar lo poco que brinda el varón, viviendo lo escaso como valioso. También es micromachismo encubierto la seudonegociación (hablar pero sin negociar en realidad porque él no se moverá de su posición), la inocentización culpabilizadora (¡Exageras, estás loca!) y la autojustificación (balones fuera, hacerse el tonto, el bueno o el inexperto, minusvalorar los propios errores…)
Los Micromachismos de crisis ocurren en momentos en que aumenta la autonomía femenina o se produce una pérdida laboral del varón o una limitación física. Se trata de situaciones en las que la mujer demanda una mayor igualdad y el varón recurre a una especie de resistencia pasiva (¡Tú sabrás que hacer con la casa si decides trabajar fuera!); se da tiempo (posterga el cambio hasta el hartazgo de ella o un ultimátum de separación); aguanta el envite (hasta que se canse) o critica el estilo (Si me lo dijeras de otra manera).
Los Micromachismos sirven para retener poder utilizando la fuerza psicológica o moral masculina. Suponen por ejemplo el uso abusivo del espacio físico (el sillón, la mejor posición para ver la tele…) y del tiempo para sí (descanso, ocio a costa del trabajo de ella…). También apelar a la superioridad de la lógica varonil cuando las mujeres demandan (¡Un poco de seriedad, lo que dices son tonterías)
Los Micromachismos intentan ocultar su objetivo de imponer las propias razones abusando de la confianza y credibilidad femenina”. Crean falta de intimidad a través del silencio, del aislamiento, del mal humor manipulativo y del ninguneo. Éste último supone, por un lado, no reconocer lo valioso de las mujeres: sus necesidades, valores, aportes al bienestar masculino y familiar y, por el otro, sobrevalorar lo poco que brinda el varón, viviendo lo escaso como valioso. También es micromachismo encubierto la seudonegociación (hablar pero sin negociar en realidad porque él no se moverá de su posición), la inocentización culpabilizadora (¡Exageras, estás loca!) y la autojustificación (balones fuera, hacerse el tonto, el bueno o el inexperto, minusvalorar los propios errores…)
Los Micromachismos de crisis ocurren en momentos en que aumenta la autonomía femenina o se produce una pérdida laboral del varón o una limitación física. Se trata de situaciones en las que la mujer demanda una mayor igualdad y el varón recurre a una especie de resistencia pasiva (¡Tú sabrás que hacer con la casa si decides trabajar fuera!); se da tiempo (posterga el cambio hasta el hartazgo de ella o un ultimátum de separación); aguanta el envite (hasta que se canse) o critica el estilo (Si me lo dijeras de otra manera).
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