Páxinas
"Non hai ningunha lectura perigosa. O mal non entra nunca pola intelixencia cando o corazón está san"
Jacinto Benavente
Jacinto Benavente
30/12/11
El topo
A veces añoro novelas o películas que marcaron mi existencia de alguna manera. Sin embargo, siempre que volví atrás para recuperar esas obras, salvo contadas excepciones, me sentí decepcionado. Así que, el otro día, cuando acudí a ver la versión de El Topo de Tomas Alfredson, no lo hice sin cierto temor pensando en que la compleja adaptación de una novela de 400 páginas podría resultar otra decepción más; sin embargo, el resultado no defraudará a ninguno de los que leímos con devoción y entrega a John le Carré. En la película pude encontrar todas las claves que, en algún momento, contribuyeron a crear mis paisajes sentimentales. El argumento es complejo, y los que no hayan leído las novelas de le Carré pueden perderse o aburrirse fácilmente, pero Alfredson ha conseguido recrear algo que va más allá de la laberíntica historia que se desarrolla en habitaciones llenas de humo de tabaco o ciudades que constituyeron el paisaje de la guerra fría: la desolación de los personajes que viven sus vidas en una atmósfera agobiante que los convierte a veces en espectadores de si mismos y de los otros, sus contradicciones vitales y políticas que los atarán inevitablemente con los lazos de la traición y su inverso de la lealtad. John le Carré es un verdadero escritor que con maestría consiguió recrear esos paisajes y sentimientos y hacernos sentir parte de ellos. Yo los descubrí, primeramente, con El espía que surgió del frío, una obra mucho menos compleja que la trilogía dedicada a Smiley, pero en la que ya se encontraban todos los elementos que luego pasarían a formar parte de sus obras.
No hace mucho que había leído otra recreación de esta historia de espías, que también recomiendo, y que me absorbió durante varios días de lectura compulsiva, El intocable de John Banville. Se trata de casi una biografía de Anthony Blunt, el asesor de arte de la reina Isabel II que espió para los soviéticos. Victor Maskell, el personaje inventado que también aparece en la novela de le Carre, el intocable, es un Blunt pasado por la pinza, es decir, más verdadero que el propio Blunt.
Tomas Alfredson, por su parte, consigue con la lenta presencia de Gary Oldman, al añorado George Smiley, que es uno de esos contados héroes sin lustre de la literatura, a través de una inexpresividad casi total que supone un gran esfuerzo de actuación descubrir ese aparente mundo sin sentimientos de los espías. Hay otros personajes de recuerdo memorable como el jefe del MI5 traicionado, Control, admirablemente desempeñado por John Hurt; o los de Bill Haydon (Colin Firth) y Jim Prideaux (Mark Strong), con su turbulenta relación apenas insinuada que podremos descubrir más en detalle si leemos la novela de Banville
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