Blog da Biblioteca do IES de Curtis: Memoria de la nieve

31/12/11

Memoria de la nieve

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO 30/12/2011

Ya lo decían (y lo repitió Marshall Berman) Marx y Engels en su texto más peligroso: "Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado". Recurro aquí a tan citada sentencia como cifra de mi desconcierto, que es también el de muchos. Un ejemplo relacionado con la tradicional fiesta de la Epifanía y sus regalos: uno ya no sabe si conviene seguir pidiéndoles cosas a los Reyes o sería más aconsejable pedírselas a su yerno, cuya efigie coge polvo entre los deportistas del Museo de Cera. Otro ejemplo del desvanecimiento de lo que se daba por garantizado: ¿dónde se ha escondido la nieve, una tradición navideña? Una amable corresponsal finlandesa me cuenta que allí tampoco ha nevado todavía. La nieve, ese elemento casi imprescindible en la iconografía de estos días (al menos en la que inventaron los victorianos, que es la nuestra), se ausenta de nuestro entorno, pero la reencuentro en las estupendas ilustraciones de Roberto Innocenti para Canción de Navidad, ese clásico de Dickens publicado impecablemente por Kalandraka, una de nuestras mejores editoriales de libros infantiles. Marx, otro victoriano, volvía a tener razón cuando afirmaba que Dickens había ofrecido al mundo más verdades de orden político y social que las pronunciadas por todos los políticos profesionales, publicistas y moralistas de su tiempo. Claro que hoy día el rostro de Ebenezer Scrooge, el gran tacaño, podría ser el de Cristóbal Montoro, que nos va a dejar todo congelado (pero sin nieve). De la nieve, "puro ardor en lo blanco" (Jorge Guillén), como metáfora de conflictos humanos, se dice mucho en Tres tormentas de nieve (El Aleph / Taller de Mario Muchnik), que recoge otros tantos relatos magistrales de Pushkin, Tolstói y Chéjov por ella protagonizados. Nieva, y mucho, en Encender una hoguera (Rey Lear), un gran relato de Jack London (ilustrado por Raúl Arias) que pone en escena (una vez más) a hombre con perro en las desoladas extensiones del Yukón. Y en la imprescindible En las montañas de la locura (Cátedra), de H. P. Lovecraft, una de las cumbres (junto con su modelo, Narración de Arthur Gordon Pym, de Poe) de la novela de terror. Sobre la nieve ("manto formado por infinidad de joyas sutilmente engarzadas") y de su copiosa literatura habla y reflexiona Menchu Gutiérrez en Decir la nieve (Siruela), uno de los ensayos más sugerentes y poéticos que he leído este año. Nieva, por tanto, en los libros, mucho más que en el mundo que pretenden reflejar. Y no nevará ya nunca sobre Vegamián la aldea leonesa (desaparecida bajo las aguas) donde nació mi vecino Julio Llamazares, amigo y novelista (por ese orden). A quien, por cierto, pido perdón desde aquí por haberle robado el título de este ya níveo (de puro frío) y triste sillón de orejas.

Finanzas

Mientras en el PSOE prosigue la batracomiomaquia (adivinen quiénes son las ranas y quiénes los ratones) organizada por los pretendientes al tálamo de Penélope, el PP sigue en estado de gracia, a pesar de la que está cayendo. Solo hay que escuchar (o leer) las encendidas soflamas anti-Rajoy del ultra reaccionario Jiménez Losantos para medir el alcance de la victoria de ese centro derecha cuidadosamente diseñado (a base de los silencios y los ahora-no-toca de su candidato) para barrer en las últimas elecciones. Un triunfo que, de remate, va a permitir que aflore aún más la extrema derecha que el partido de Aznar ha llevado siempre dentro, como tumor latente. Y, encima, parece que los españolitos (nos guarde Dios) estamos dispuestos a aceptar como inevitable la total sumisión que nos exige la nueva Unión Sagrada que rige Europa. De repente nos hemos vuelto tan razonables (y "maduros") que nos hemos creído que el esfuerzo para salir del pozo en el que nos metieron los amos del mundo corresponde a todos por igual. Las brujas Merkozy y Sarkomerk, flanqueadas como las de Macbeth por truenos y relámpagos en un día "hermoso y feo a la vez", decretaron tonitronantes (el adjetivo lo recoge don Manuel Seco, que es de quien me fío) que no habría segunda oportunidad para el euro, de modo que todos con el DNI en la boca y pasando revista. El cariz de lo que vendrá nos fue adelantado por Cospedal cuando proclamó desde su púlpito que el sudor de hoy evitaría las lágrimas de mañana; de eso a solicitar la colaboración de los sindicatos para "una devaluación competitiva de los salarios" (Rajoy) solo media un paso. Resumiendo, que lo que se nos pide es que "todos" nos apretemos disciplinadamente el cinturón, obviando que hay quienes lo llevan de cocodrilo con hebilla dorada y otros que se han atado una cuerda de esparto para sostenerse pantalones y faldas. Y es que hemos sido malos: hemos vivido por encima de nuestras posibilidades amparados en salarios "exuberantes" y créditos basura que nos concedieron banqueros encantados con el nuevo Gobierno; hemos gozado de demasiados puentes y nos hemos jubilado demasiado pronto, hemos sido díscolos cuando nos despedían y no hemos practicado la solidaridad con quienes se veían forzados a hacerlo, nos hemos puesto enfermos demasiadas veces y hemos gastado mucho en medicinas para no morirnos de asco. De modo que ahora toca regenerarnos. No hace falta caerse de los guindos de su apellido para imaginar la letra negrita del ajuste que nos diseñará el que fue responsable de Lehmann Brothers para España y Portugal durante el terremoto subprime, hoy convertido en cirujano de hierro de nuestra economía. Por lo demás, busco consuelo en estos días navideños escuchando el estupendo álbum jazzy Same Girl, de la coreana Youn Sun Nah (asombroso su tema Breakfast in Baghdad), y leyendo con gusto El financiero (1912), una novela naturalista de Theodor Dreiser que ha rescatado Capitán Swing. Su protagonista, Frank Cowperwood, mezcla de negociante sin escrúpulos y conspicuo mujeriego, se enriquece (de nuevo) especulando con la Bolsa tras el "gran pánico" de 1873, uno de los habituales quilombos provocados por el "mejor de los sistemas económicos posibles". Mientras escucho en la radio que en Londres, y en plena crisis inmobiliaria, ha subido el precio de los pisos en los distritos de Belgravia y Chelsea gracias a las inversiones de rusos, árabes y -atención- griegos, portugueses, italianos y españoles, me pregunto quiénes son nuestros Cowperwoods. No por nada: solo pretendo conocer mejor a nuestros admirables emprendedores.

Insultos

¿Concernidos por la desfachatez de los trolls, esos energúmenos que utilizan los blogs para ejercer la más obscena violencia verbal contra los que les abren la posibilidad de opinar? ¿Preocupados por la impunidad con que el dicterio, la injuria y el ultraje se han instalado en nuestro entorno mediático? Si es así no se pierdan Contra el insulto (Turpial), un ensayo-manifiesto (que incluye muestras diversas de los desafueros que combate) del periodista Juan Cruz, alarmado desde hace tiempo por esa modalidad de acoso verbal que sustituye el diálogo por la imposición del odio.

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