Artisteo

Mi padre trabajaba en la fábrica de gafas Parmur, que estaba situada en la zona de la calle Ángel Rebollo y era propiedad de Pedro Barrié de la Maza, mientras que mi madre lo hacía en el Matadero.
El único colegio al que asistí fue el de doña Miluca, situado en un bajo de la avenida de Hércules, donde estuve hasta que a los catorce años terminé los estudios primarios.
A los catorce años dejé de estudiar y me fui a trabajar con mi hermano a la empresa Galaica, que se dedicaba a distribuir películas de cine por Galicia, Asturias y León y en la que permanecí hasta 1970. Este empleo para mí era como un premio de la Lotería, ya que el pequeño sueldo que nos daban nos permitía ayudar a la economía familiar y además tener algún dinerillo para divertirnos.
Sólo tenía libres los fines de semana para estar con mis amigas, momentos que aprovechábamos para ir a los guateques que se organizaban en los bajos de las casas de nuestros amigos, en los que comprábamos a escote los refrescos Sinalco y cuatro bollitos de pan, aunque si podíamos, también cogíamos algún pastel en la pastelería de Panaderas.
En este tiempo me dediqué también a participar en los festivales Desfile de Estrellas, que se celebraban en los teatros Rosalía de Castro y Colón. Como cantaba bien, me llamaron para formar parte de los coros Aturuxo y Follas Novas, a los que pertenecí durante diez años.
En esta misma época también actué varios veranos en el Kiosko Alfonso con la Orquesta Radio, muy famosa entonces, como bailarina y cantante de música española. Recuerdo que por cada actuación me daban 300 pesetas, con las que después me compraba ropa y zapatos.
A partir de los 18 años me dio vergüenza actuar, por lo que dejé de hacerlo, aunque guardo un gran recuerdo de aquellos espectáculos, a los que acudían en verano cientos de personas que llenaban por completo los jardines frente al Kiosko.
Años después me casé con un conocido coruñés y me dediqué a trabajar en el negocio del pescado y en la hostelería.