Blog da Biblioteca do IES de Curtis: Voces robadas

16/3/10

Voces robadas


20 de julio de 1992
Como me paso todo el tiempo en casa, observo el mundo a través de la ventana. Sólo un pedazo de mundo. Hay un montón de perros de raza vagando por las calles. Probablemente sus dueños tuvieron que abandonarlos porque ya no les podían dar de comer. Qué triste. Ayer vi a un cocker que cruzaba el puente, sin saber qué dirección tomar. Estaba perdido. Quería ir hacia delante, pero luego se detenía, se daba la vuelta y miraba hacia atrás. Seguramente buscaba a su dueño. ¿Quién sabe si su dueño sigue vivo? Aquí incluso sufren los animales.
18 de agosto de 1992
Mamá trae el agua a casa. Es duro para ella, pero tiene que hacerlo. El agua todavía no ha vuelto. Ni la electricidad. No te lo dije, Mimmy, pero he olvidado qué es tener agua del grifo, qué es ducharse. Ahora usamos un jarro. El jarro ha sustituido a la ducha. Lavamos los platos y la ropa como en la Edad Media. Esta guerra nos está haciendo retroceder en el tiempo. Y lo soportamos, sufrimos, aunque no sabemos por cuánto tiempo más.
15 de noviembre de 1992
Un montón de gente se ha marchado de Sarajevo. Todos ellos conocidos. Mamá ha dicho: «Sarajevo se marcha». Mamá y papá conocen a muchos de los que se han ido. Hablaron con ellos, y cuando se despidieron, todos decían: «Nos volveremos a ver algún día, en algún lugar». Fue triste. Triste y sobrecogedor. El 14 de noviembre de 1992 es un día que Sarajevo recordará. Me recordó a las películas que había visto sobre los judíos en la segunda guerra mundial.
29 de noviembre de 1992
Hace frío. No tenemos suficiente leña, así que la estamos racionando. Hay leña en el mercado, pero, como todo lo demás, sólo puede comprarse con marcos alemanes, y eso es muy caro. Yo no puedo evitar pensar que quizá los tilos, abedules y plátanos de mi parque estén allí, con toda la otra leña (...) Mamá trae el agua a casa y cuando llueve recogemos el agua de la lluvia; no estamos para desaprovecharla. Los días se van haciendo cada vez más cortos. Mamá, papá y yo jugamos a cartas a la luz de las velas, o leemos y hablamos, y a eso de las nueve de la noche Boda, Zika y Nedo vienen a escuchar la RFI,* y así es como termina el día. Es lo mismo casi cada día.
28 de diciembre de 1992
...Mientras te escribo, Mimmy, alzo la vista y miro a mamá y papá. Están leyendo. Levantan los ojos de la página y piensan en algo. ¿En qué piensan? ¿En el libro que están leyendo o acaso intentan recomponer las piezas desperdigadas de este puzzle de la guerra? Creo que debe de ser lo segundo. En cierto modo me parecen todavía más tristes a la luz de la lámpara de aceite (se nos han terminado las velas, así que nos fabricamos nuestras propias lamparillas de aceite). Miro a papá. Ha perdido mucho peso. La báscula dice que veinticinco kilos, pero viéndole yo creo que deben de ser incluso más. Creo que hasta sus gafas le están demasiado grandes. Mamá también ha perdido peso. Parece que se ha encogido; la guerra ha hecho que le salgan arrugas. Dios, ¿qué les está haciendo a mis padres esta guerra? Ya no parecen mi mamá y papá de antes. ¿Terminará esto algún día? ¿Terminará nuestro sufrimiento, y podrán mis padres volver a ser como eran: alegres, sonrientes, guapos?

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