Blog da Biblioteca do IES de Curtis: Andersen, el patito feo

25/1/10

Andersen, el patito feo


Hans Christian Andersen era homosexual y sus tempranos amores fueron el actor Riborg Voight y Edvard hijo de Jonás Collin, aunque la atracción sentida hacia este último pudo ser forzosamente platónica ya que Edvard contrajo matrimonio años después, bien que siempre les uniese una gran amistad también compartida por la esposa.
(Se ha dicho, posiblemente para disimulas la homosexualidad de Andersen, que el gran amor de su vida fue una cantante de ópera, y joven de gran belleza, la sueca Jenny Lind, denominada El Ruiseñor del norte, a la que conoció siendo ya famoso y respetado autor y con quien mantuviera una profunda y poética relación amistosa, por otra parte muy claramente puntualizada en sus memorias:... entonces nació una amistad que tuvo para mí gran importancia en lo espiritual. Según se afirma, ella le inspiró algunos personajes de sus cuentos).
De todas formas, el aspecto físico de Hans Christian nunca fue lo que se dice muy atractivo. Su rostro de expresión caballuna, su larga nariz y sus ojos tristes no eran los ideales para seducir amorosamente a nadie, y entre unas cosas y otras, infancia desdichada y miserable, trabajo en el que fue vejado, estudios que supieron de muchas burlas, homosexualidad, no es de extrañar que hallase un desahogo en sus cuentos mal llamados infantiles: La sirenita, Las zapatillas rojas, El soldadito de plomo, El abeto, El patito feo y... todos los demás.

1 comentario:

Diversificacion dijo...

Los Cuentos de Andersen han dado en llamarse “cuentos de hadas”, error muy común que engloba en tal denominación cuentos en los que no sale ninguna o escasas; concretamente en los de Andersen tal vez podamos aplicarle ese título, con reservas, a El jardín del Paraíso.
El autor danés fue escribiéndolos entre 1835 y 1872, consiguiendo con sus argumentos, lejos de los cauces acostumbrados al haber pocos finales felices, y dentro de una original línea muy personal y atractiva completamente innovadora, alcanzar el éxito.
Andersen llegó a ser un gran viajero, ya que a partir de 1831, empezando a ser un reconocido autor, inició sus viajes por Europa frecuentando en París a Víctor Hugo y a Dumas padre, entre otros y en Londres a Charles Dickens con quien estableció lazos de admiración compartida ya que sus infancias no dejaban de encerrar similitudes.
(Todo este nivel desahogado de vida, se consiguió gracias a una beca de estudios otorgada por su rey, que más tarde, en 1838, se completaría con otra mensual de literatura que le pondría a salvo de penurias económicas.)
Entre viajes y becas, escribió y publicó su primera novela El improvisador.
Entre 1840 y 1857, marchó de Europa a Asia Menor y luego a África, experiencias que le llevaron a escribir libros de viajes y también sus memorias: El cuento de hadas de mi vida.

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